Una apuesta por el futuro
Vivimos en un mundo que cambia rápidamente. Las invenciones y los descubrimientos realizados en los últimos cien años han sido más importantes que los que se han sucedido en los 100.000 años que hace que existimos como seres humanos. Uno de los ámbitos donde podemos constatar una enorme mejora es el de las ciencias de la salud. Es incomparable el arsenal de medios terapéuticos a nuestro alcance respecto al que existía a finales del siglo XIX.
Aun así, no podemos olvidar que el ser humano puede ser víctima de unas 10.000 enfermedades. Muchas de ellas son crónicas y aún muchas de ellas hoy en día son incurables. No por ello la ciencia ha dado su brazo a torcer. Miles de investigadores están trabajando duramente para encontrar medidas terapéuticas para hacer frente a enfermedades como el cáncer, la diabetes, el sida, el parkinson o la enfermedad de Alzheimer, por citar algunas.
Pero no sólo podemos hacernos eco de las enfermedades que amenazan la salud de los seres humanos en el mundo desarrollado. Hay por desgracia enfermedades que son devastadoras en países en vías de desarrollo, como la tripanosomiasis humana africana o enfermedad del sueño, la malaria o paludismo, la tuberculosis, sin olvidar la especial incidencia de la epidemia del sida, entre otras.
Además, no podemos olvidar que la población mundial en 1900 era de 1.600 millones de habitantes, en la actualidad somos 6.000 millones de habitantes y se calcula que en el 2030 puede haber 10.000 millones de seres humanos en nuestro planeta. Según las últimas estimaciones de la FAO (2004), en el mundo existían 852 millones de personas subnutridas en el periodo 2000-2002.
Uno de los grandes retos es cómo encontrar la manera de que cada ser humano tenga la alimentación necesaria.
El bienestar de la humanidad, además de la alimentación y de la salud, depende de poder disponer de energía para hacer frente a sus necesidades personales y colectivas. A nadie se le escapa que estamos en plena crisis energética. Uno de los productos básicos es el petróleo. Sólo para que China e India alcanzasen simplemente la cuarta parte del nivel del consumo de petróleo de Estados Unidos la producción mundial tendría que crecer un 44 por ciento.
Estamos pues ante tres retos de una gran profundidad. Cómo conseguir que todos los seres humanos puedan disponer de los alimentos necesarios y adecuados, cómo podemos vivir una vida con un mejor nivel de salud y cómo podemos encontrar nuevas fuentes de energía.
Ante estos retos no hay respuestas fáciles. Pero lo cierto es que desde hace unas décadas ha aparecido con una gran fuerza lo que se denomina biotecnología. Es una nueva perspectiva para abordar lo que podríamos llamar ciencias de la salud en un sentido amplio. Se trata de una verdadera revolución científica. Gracias en parte al descubrimiento de los doctores Watson y Crick en el campo de la genética en los años cincuenta, y a los progresos en bioingeniería, así como a la apremiante necesidad de encontrar nuevas vías de investigación aplicada a las ciencias de la salud que permitan mejorar la calidad de vida.
Estamos en una nueva frontera. Nuestro mundo, nuestra sociedad, requieren un salto en las condiciones de vida, alimentación y salud, y sostenibilidad en el medio ambiente. La biotecnología es la gran esperanza para que ello sea posible.
En Catalunya estamos avanzando de forma rápida y a su vez con firmeza para conseguir estar en la primera línea. En el curso de los últimos meses se ha puesto en marcha el Parc de Recerca Biomèdica de Barcelona (PRBB), donde un millar de personas van a trabajar en diferentes ámbitos de investigación. Esta iniciativa se suma a otras experiencias exitosas, como el pionero Parc Científic de Barcelona y su Institut de Recerca Biomèdica, y los importantes institutos de investigación biomédica vinculados a nuestros hospitales universitarios. Como ejemplo de esta dinámica, su majestad la reina Sofía inauguraba dentro del PRBB el Centre de Medicina Regenerativa, que investiga el potencial de las células madre. A todo ello hay que añadir las iniciativas de innovación y desarrollo de numerosas empresas y centros de investigación en el ámbito de la agricultura y la industria alimentaria. Pero si en el ámbito público nos podemos congratular de los avances realizados, también ha sido una buena noticia la inauguración de un gran centro de I+ D promovido por Almirall. También hay que destacar que a inicios del 2006 se constituyó Catalunya Bio, que agrupa a las principales empresas del sector biotecnológico.
Todo ello se enmarca dentro de los objetivos y la estrategia de la Bioregió de Catalunya, que acaba de crearse hace escasamente cinco meses. Una iniciativa del Gobierno de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona que cuenta con las complicidades de universidades, parques científicos, hospitales universitarios, centros de investigación y empresas del sector farmacéutico y biotecnológico.
En el mes de julio tuvo lugar la asamblea constituyente del Fòrum Bioregió de Catalunya, donde por primera vez empresas, organizaciones, institutos de investigación y universidades se coordinan para que, junto con la Administración, ayuden a dar el salto que Catalunya necesita: estar en la vanguardia de la investigación en las ciencias de la salud, ser pioneros en la creación de empresas y ser competitivos en un mundo global.
Todo ello no sería posible sin el tesón, la inteligencia y la eficacia de miles de científicos en ciencias de la salud que desde hace años han estado trabajando de forma silenciosa y a menudo difícil. Hemos de aprovechar este capital humano, su capacidad emprendedora y su visión de futuro para colaborar y competir en un mundo al que no podemos defraudar.
© Joan Cornet, Publicado en La Vanguardia, 11 septiembre 2006
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